Mi nombre no es algo importante,
posiblemente ni siquiera lo tomes en cuenta, aunque lo tengo colgado en el
pecho con una linda frase de “estoy aquí
para atenderte” que en realidad a nadie ve.
Soy una asalariada más del sistema;
trabajo 45 horas semanales, con dos días libres, colación y un horario
apretado. Me queda poco tiempo para disfrutar; el dinero que gano es justo para
comer y pagar mi pequeña habitación, quizás, comprarme un poco de ropa de vez
en cuando. No me interesa realmente, solamente hago lo que tengo que hacer para
sobrevivir, aunque no quiera.
Mis días son aburrido, odio
despertar en la mañana, darme cuenta de que otra vez debo vestirme y fingir una
sonrisa para la gente que va a visitar mi pequeña tienda de mall.
Pero mis noches son lo que me
mantiene con vida.
Cada día llego a comer algo rápido,
darme una ducha y acostarme a dormir, no hay tiempo que perder cuando se trata
de cerrar los ojos y caer en el ensueño.
Desde que era una niña supe que mis
sueños no eran como los del resto de las personas. Cuando mi mamá contaba uno
de sus sueños en la mesa familiar y yo ya sabía que había ocurrido con detalle
porque lo había visto yo misma, no solo con ella, con toda mi familia. Si
habían soñado con algo, posiblemente yo ya lo sabía, lo había visto, igual que
una película en el cine.
Dentro de mis sueños puedo hacer lo
que quiera, ahí yo soy la dueña, la ama y señora.
Solo hace falta que me dirijas la
palabra para que yo en la noche pueda buscarte en mi registro y mirar tus
sueños.
Solo por esa noche, solo si estas
soñando. Si fuiste amable y me saludaste al entrar a mi tienda te aseguro en la
noche podré buscarte y recorrer tus ensueños a mi gusto.
Esas son mis noches.
He estado en sueños caóticos, llenos
de lava hirviente y personas que mueren frente a mi sin poder hacer nada,
monstruos hechos con brea negra maloliente que persiguen y devoran a las
personas que no pueden correr velozmente; personas que se ahogan en un cubo de
cristal sin poder romperlo por más que golpean sus paredes, abandono,
desilusión, engaño, y sexo, mucho sexo; gente con otros sin rostro, otros que
sus caras van cambiando dependiendo de la posición, entre mujeres, entre
hombres, en grupo, solitarios, con fetiches, tiernos, sádicos y otros que terminan
en abrazos tiernos.
Hay sueños que parecen sacados de un
cuento de hadas, con nubes de algodón, arcoíris en el cielo, gente que de un
salto logra alcanzar el cielo volando, otros que de entre sus manos hace crecer
árboles y fantasías en colores vivos, sicodélicos, armoniosos, puros.
He visto gente en silla de rueda que
corre maratones, ciegos que sueñan en colores, mudos cantando, sordos en un
concierto de rock.
He visto el miedo, la desesperación,
la paz, el amor, la pena, la ansiedad, la felicidad, la duda, los problemas.
Complejos frente al espejo que atormentan hasta cuando descansan, he visto
verdades y mentiras, he visto la vida nacer otra vez, recuerdos y futuros que
jamás existieron.
He estado en sueños de bebes donde
lo único que hay son ellos y su madre acunándolos, he visto sueños de niños que
recuerdan el día que los despojaron de su inocencia entre golpes y
penetraciones no consentidas, he visto sueños de adolecentes donde solo gritan
con desesperación por ayuda.
He sido dragones que acechan
castillos, princesas que deben ser rescatadas, manos amigas de gente que cae,
compañera de viajes inter-espaciales, amante cariñosa y complaciente.
He aconsejado en sueños a mi madre,
siendo aquella amiga de infancia que ya había olvidado, abrazándola hasta que
despierta. He estado en sueños eternos, de gente que se durmió esa noche y
jamás volvió a despertar, condenada a vivir un sueño una y otra vez; he estado
justo en el momento en que se dan cuenta que es un sueño y ríen aliviados
mientras se despiden para despertar tranquilos.
Siempre de espectadora, no puedo
hacer más que mirar, recorrer cada mundo de ensueño a pequeños saltos, dejando
atrás para siempre los terrible y quedándome un rato más en los armoniosos.
Pero no puedo soñar yo. Si no
recorro los sueños ajenos solamente me quedó en una habitación vacía
completamente blanca mirando la nada esperando que llegué la hora de despertar.
Lo he intentado, imaginar cosas,
dejarme llevar por la mente, crear mis propias fantasías.
Pero es imposible, no poseo la
capacidad de soñar, no estoy para eso, soy la espectadora de las vidas ajenas
sin su permiso, condenada a vagar cada noche entre ellos, aunque no los
conozca, aunque no me importe.
No es malo, me gusta así, puedo
elegir donde quedarme, desechar los feos, incluso despertar de improviso si me
da la gana. Puedo convertirme en los monstruos de algunos, la mano amiga de
otros, incluso la amante de aquellos que me gustan.
Vivir para mí es habitar en los
sueños y fantasías de otros, presenciando lo infinita que es la mente incluso
cuando está en reposo.
Fuera de los sueños, los días
pasaban monótonos, casi aburridos entre el trabajo y las obligaciones, no había
algo que me motivara realmente a levantarme cada día más que la necesidad de
comer y vestir algo.
Hasta que algo rompió la rutina.
Esperaba algún autobús o colectivo
que me llevara hasta mi trabajo, usualmente ese pequeño tramo prefiero
caminarlo que tomar un autobús o algo similar, son solo 30 minutos a pie, así
aprovechaba de ejercitar, aunque sea en eso mi sedentario ser, pero ese día el
sueño donde me había adentrado estaba demasiado interesante para dejarlo a
medias; terminé levantándome mucho más tarde de lo usual, tuve que vestirme
rápidamente y correr a tomar algo.
Justo a mi lado mientras esperaba se
asomó a esperar con la misma urgencia que yo alguien que llamó poderosamente mi
atención.
Cabello oscuro, de facciones suaves,
más alto que yo, vestía con ropa simple, pero se veía muy armónico en su conjunto.
Su rostro delataba lo mismo que me había pasado a mí, casi podía ver las marcas
de almohada aún en su rostro; se me hizo muy tierno.
No paraba de mirar el reloj en su
celular y a ver si se asomaba el autobús, yo estaba un poco resignada a llegar un
poco más tarde de lo habitual, pero él se veía realmente afligido, casi sentía
que si pudiera comenzaría a correr para tratar de llegar a donde sea que vaya.
¿Qué habrá estado soñando para
dormirse así? Quizás qué pequeña aventura lo tenía atrapado sin dejarlo
escapar. La curiosidad por saber sus sueños pronto fue tan fuerte en mi mente
que comencé a pensar con que excusa lograría que me dirigiera la palabra.
Cuando el autobús por fin se asomó
dando la vuelta en la esquina el chico se puso tan feliz que lo expresó con una
hermosa sonrisa; definitivamente quería saber acerca de sus sueños.
Me subí con él, saludando al
conductor, agregando otra posible visita nocturna a mis aventuras, avancé por
todo el espacio, quedándome justo a un lado del chico, a esa hora estaba muy
lleno debido a que todos iban a sus respectivos trabajos, era mi excusa
perfecta para no moverme de ahí.
¿Cómo le hablo? ¿Le pregunto la
hora? ¿Lo confundo con alguien conocido? ¿Le pido permiso? Mi corazón latía
desenfrenado sin saber qué hacer, la vergüenza era mayor a mis ganas de
simplemente hablarle por algún tema cualquiera. Debía buscar una excusa.
El autobús frenó con fuerza, mi
cuerpo cayó por la fuerza de inercia sobre el suyo chocándolo, aquella era mi
oportunidad.
-Disculpa- Dije tratando de no
mirarlo fijamente
-No te preocupes- Mi cometido estaba
cumplido.
No mucho más lejos se bajó, a mi aún
me faltaban unas pocas cuadras para llegar. Lo seguí con la mirada aún después
de que había abandonado el autobús; quizás qué parecía pegada a la ventana
mirando a alguien que no conozco a lo lejos, pero no pude observarlo mucho más
debido a que seguimos nuestro camino.
El día pasó demasiado lento para mi
gusto, o quizás yo estaba sobre emocionada con que llegara luego mi preciada
hora de dormir, en mi mente la imagen del chico guapo se repetía
constantemente, sólo quería ver un poco de que es lo que ocurría en su mente, a
ver si sus ensoñaciones lograban cautivarme como lo había hecho él en persona.
Me sentía un poco ridícula, no era
capaz de hablar con personas de manera normal, pero si hurgar en su
inconsciente sin su permiso. Sonaba un poco psicópata.
Pero era lo que me quedaba, si no lo
hacía, mis sueños eran en blanco, deprimentes y agobiantes, son el constante
agotamiento mental, como si no soñar fuera equivalente a no dormir para mi
subconsciente.
La noche llegó y con eso mi hora de
dormir, mi ritual habitual y a la cama rápidamente, no había tiempo que perder.
Mi habitación blanca de expandió,
una serie de caminos se formaron frente a mis ojos, cada uno llevando a un
mundo de ensueño diferente; infinitas posibilidades que se me entregaban en
bandeja de plata.
Reconocí la imagen del chico que
había visto en la tarde en uno de los caminos y de inmediato lo seguí,
mirándolo desde lejos, evaluando el panorama de aquel sueño, todo podía estar
sucediendo o nada en lo absoluto, es difícil saber los rumbos que tomará
nuestra mente.
Pero solo estaba ahí, era un sueño
cotidiano, como aquellos que tenemos rememorando los días que hemos vivido, sin
preocupaciones, caminando sin rumbo dejándonos llevar por las sombras que nos
dicen ser nuestros amigos, saltando de un pensamiento a otro, cambiando su
rostro en un abrir y cerrar de ojos, siendo acechados por la duda, pero
menguándola con el firme pensamiento que aquella era la realidad y no el mundo
onírico.
Me convertí en una de esas sombras,
me acerqué con confianza imitando a las demás, mimetizándome con el ambiente,
siendo su amiga, como si nos conociéramos de años, siguiendo el ritmo de sus
pensamientos.
Me encantaba lo colorido que eran
sus pensamientos, lo hermoso que se veía todos desde sus ojos, como el mundo que
compartíamos afuera aquí se veía brillante y vivo. No sabía su nombre, ni su
edad, que cosas le gustaban, aficiones, miedos o si sería del tipo que en la
vida real se fijaría en alguien tan común como yo, pero aquello no me
importaba, en ese preciso momento lo único que había en mi mente era lo
maravilloso que se veía y sentía su ensueño.
Cuando comenzó a desvanecerse no
quería soltarlo, comenzaba a despertar de aquella fantasía, aquella quizás era
nuestra primera y última vez y sentía que había sido demasiado poco para quedar
conforme.
Desperté con aquel sentimiento raro
de perdida, como si por un momento hubiera tenido todo y al segundo después lo
hubiera perdido irremediablemente. Sentía hasta ganas de llorar.
Lo busqué.
Volví al paradero de autobús, hasta
el límite de hora en el que podía llegar justo a mi trabajo. No estaba.
Caminé y recorrí aquel lugar donde
se había bajado antes, mirando en las tiendas, calles, hasta atrás de los
basureros por si lo volvía a ver otra vez.
Mi mirada cambio de estar fija en la
nada a estar siempre pendiente, como un suricato que está siempre alerta de las
hienas.
Pero a diferencia de ellas que
huyen, yo quería correr hacia él.
No podía volver a ver sus ensueños
si no hablaba con él, aquello jamás me había parecido injusto hasta ese momento,
jamás se había cuestionado el porqué de aquella regla hasta que ese impedimento
se presentó frente a mis ojos.
Comenzó a desesperarme.
Los sueños de otra gente no se veían
igual de brillantes, ni tan interesantes, mucho menos emocionantes, ninguno
lograba hacerme desear más y más, solamente había sido el de aquel joven
desconocido, estaba decidida a lograr volver a verlo a como diera lugar.
Tal vez me obsesionaba un poco, solo
un poco, tampoco era como que fuera lo único que pensara durante todo el día.
Quizás si un poco.
Volví a ir al paradero en el cual se
había bajado la única vez que lo vi. Me dediqué a pasar por las tiendas
cercanas por largos periodos, buscando en diferentes horas si es que trabajaba
en alguna de ellas, estuve así por semanas sin resultados, en las noches había
ocasiones en donde no quería pasear por sueño y sólo me quedaba viendo la pared
blanca aburrida y pensativa, tratando de formar en aquel espacio que era mi
propia mente algo parecido a lo que había visto junto a él. Pero por más que
intentara se seguía manteniendo en blanco, era imposible que mi “poder” fuera
utilizado, solamente podía comenzar a hacer mi voluntad cuando salía de ahí e
ingresaba a uno de los sueños que ahí estaban de las personas que había visto
en el día.
Un día estaba apoyada aburrida en el
mesón de mi tienda, mirando la gente pasar por afuera de la tienda sin entrar,
había limpiado pulcramente todo, ordenado todos los productos y arreglado la
caja. No había nada que hacer básicamente, era un día muy muerto, o quizás mi
cara de apatía espantaba a todos, no lo sé.
Cuando ya pensaba que echaría una
siesta en la bodega sin que se dieran cuenta, entró.
Era como una alucinación en vida, el
mismo chico que había visto aquella mañana en el paradero, el culpable de que
mis sueños ya no fueran emocionantes si no estaba él en ellos, tan casualmente
entró de la mano junto a una chica más baja que él que, si no supiera
exactamente como lucen mis sueños hubiera podido confundirlo con alguno.
Me enderecé de inmediato, mi corazón
se había vuelto loco dentro de mi pecho, mis manos comenzaron a sudar y sentía
que no podría decir algo coherente.
No, tranquila, me dije a mi misma
mientras tomaba agua discretamente y salía de atrás del mesón para recibirlos,
no iba a perder aquella oportunidad.
-Hola bienvenidos, ¿Los puedo ayudar
en algo? - Dije para ambos, pero mi mirada estaba fija en el chico que aún no
sabía su nombre
-No, no te preocupes- Me contestó él
amablemente, mi cometido estaba listo, ya nada podía importarme más que volver
a dormir esa noche para poder viajar por sus sueños.
Lo veía caminar por la tienda
tranquilo junto a la chica, a esta altura ella era como una estela de polvo a
su lado para mí solamente; mi mente estaba ocupada en que las horas pasaran
rápidamente y volver a ver sus sueños que lograron cautivarme hasta la obsesión
misma.
Pero había un problema.
Esto era un placebo a mi adicción,
era como un alcohólico tomando muchas tazas de café para bajar el nivel de
ansiedad. Luego de esta noche volvería a mi limbo de buscarlo por cada rincón,
de pasar las noches en la habitación blanca porque nada es suficiente para
reemplazar lo que me dieron y arrebataron. Volvería a la miseria, no quería, no
podía, no lo aguantaría, no imaginaba una vida sin él en mis sueños.
Salió de mi tienda sin comprar nada,
tomé mis cosas y sin que se diera cuenta cerré el local y salí tras ellos.
Era como una sombra a sus espaldas,
los vi pasear, charlar, reír, lo típico que uno se supone debería hacer cuando
sale con alguien, era difícil para mí saber de eso, usualmente no salgo con
nadie.
No me importaba que me despidieran,
lo seguía como si esa fuera la única fuente de agua en el desierto. Así todo el
día, hasta que volvieron a casa. Se separaron en el paradero, ella tomó una
micro diferente, él tomó la misma que había tomado ese día, lo seguí hasta su
casa.
Un poco más allá de la mía, mi chico
de los sueños estaba a tan pocas cuadras de donde yo vivía que me parecía un
chiste cruel e irónico. Igual que un sicópata memoricé la dirección, como lucía
su casa, que cosas había alrededor y por lo que me dejaba ver las ventanas con
quien más compartía.
Cuando apagó las luces regresé sobre
mis pasos y esperé. Volví a mi casa agitada, excitada, totalmente ida de mis
pensamientos, era una emoción tan grande que creía que explotaría de mi pecho
en cualquier momento. Ni siquiera me duché antes de acostarme tal cual, en la
cama, no había tiempo que perder.
Soñé con él, apenas cerré los ojos
corrí a sus sueños. Ahí estaba nuevamente el mundo lleno de color que me había
llenado antes, el caminaba entre personas, monstruos, sombras, un sinfín de
cosas que realmente no tomé en cuenta por que estaba concentrada en verlo a él,
en sentir nuevamente su mirada sobre mí, todo tiempo es poco cuando estas
realmente en el lugar que quieres estar.
Me aferré a su cuerpo y sus
pensamientos como un parasito que no lo dejaría escapar, incapaz de
racionalizar otra cosa más que mi deseo egoísta de no volver a perderlo, de
jamás poder estar nuevamente de esa forma a su lado. Él no sabía quién era yo,
simplemente me seguía los pasos y lo que yo hacía porque ahí, yo era la con el
poder de hacerlo. Jugué con su mente durante toda mi estadía repetí mi nombre
con la esperanza de que en la mañana cuando despertara algo de mi rostro
quedara en sus recuerdos.
Y me buscara.
Y me encontrara ahí afuera.
Y pudiéramos vivir los sueños a
carne viva, sintiendo en cada poro de mi cuerpo que yo pertenecía a su lado,
aunque él aún no lo supiera.
Cuando comenzó a desvanecerse de mis
brazos desperté de golpe, así mismo como estaba vestida salí de la cama, tomé
por costumbre mi mochila y volví a salir hacia su casa; necesitaba saber más
acerca de él.
Esperé fuera de su casa hasta que
salió hacia algún lugar, muy de cerca pero siempre escondida entre las sombras,
sin que se fijara en mi presencia, sin que pudiera saber que un par de ojos
curiosos seguía sus pasos cuidándolo. Todo el camino desde la puerta de su casa
hasta la puerta de lo que posiblemente era su trabajo, una pequeña cafetería
donde ya había pasado antes cuando lo buscaba desesperada, pero que no fui capaz
de observar bien.
Luego de un rato esperando, entré
para buscarlo con la mirada. Con un mandil de mesero mi chico corría entre las
mesas para atender a la gente que ahí desayunaba a esa hora. Me senté, me
atendió, me sonrió y saludo amablemente, no fui capaz de decirle que estaba
obsesionada con esa sonrisa porque la veía en sueños.
Y así fue durante días, semanas,
meses, quizás ya son años, el tiempo dejó de importarme la verdad, siempre
antes de ir a trabajar pasando a que me atendiera, me sonriera y me preguntara
si iba a pedir “lo de siempre”. Una rutina de la desesperación, una rutina
donde era capaz de mantener aquella careta de normalidad frente al hecho de que
era la única forma en que me atrevía a estar cerca de él en los días, para
disfrutar sus noches.
Una salida desesperada a una
obsesión insana, lo sé, sé que estoy loca, pero mientras aún tenga la cordura
para saberlo lo podré manejar.